La
princesa Soledad miró inquisitivamente a la señorita Ahufinger. Ahora
que había madurado era consciente de algunos hechos difíciles de
ignorar.
—¿Cuál
es el auténtico color de mi cabello? —quiso saber Soledad con
vehemencia. Había tantas preguntas de las que quisiera conocer
respuesta. La señorita Ahufinger suspiró, antes de sonreír divertida; le
complacía la idea de que Soledad demandara por su identidad.
—Depende... —tanteó la novel escritora. Soledad frunció el ceño, ansiosa.
—Explícate
—insistió la bella princesa—. Escribiste multitud de textos sobre mí y
en ellos varía arbitrariamente el color de mi cabello; desde el negro
azabache hasta el rojo escarlata. Me resulta imposible determinar qué
hebras verdaderamente me pertenecen.
La seroñita Ahufinger ordenó las ideas en su cabeza, orgullosa de Soledad; eran tan emprendedoras las preguntas que le inquiría.
—Depende
de cómo te evoque tendrás el pelo de un color u otro —tanteó la
tejedora de historias, preguntándose internamente cómo empezar—. Si te
evoco como princesa desvalida tu cabello será negro y tus ropajes
frescos y elegantes; si te evoco como alma atormentada por la bruja del
Miedo tu cabello será rubio claro, y tus ropajes viejos y raídos cual
vagabundo; si te evoco como princesa libre tu cabello será sangre, y tus
ropajes tendrán un tono que eclipsará a los pigmentos del fuego.
Soledad vaciló, confusa.
—No lo entiendo... —logró articular—. ¿Acaso tiene relación alguna mi cabello con lo que soy?
La
señorita Ahufinger asintió confiada, antes de pasar con suavidad su
mano derecha sobre su frente; retirando un mechón rojo de su rostro
orgulloso de autora primeriza.
—Tiene mucho que ver; tu pelo es un reflejo de tu identidad;. él cambia acorde a ti.
Soledad reflexionó; su mirada bailaba del rostro de la señorita Ahufinger al frío asfalto. Finalmente, preguntó:
—Y ahora... ¿De qué color es mi pelo?
—Rojo
—contestó la escritora sin un ápice de duda—; el color de la fuerza,
del fuego, de la sangre, del sacrificio —su voz se silenció durante unos
breves segundos—. Aunque en ocasiones recree tus hebras de otro tono tu
auténtico «Yo» tiene el cabello escarlata. Te tornaste fuerte; mataste a
tus dragones y ganaste tus batallas. Pero éso es algo que sólo sabemos
nosotras, y por ello debo de mostrarte en ocasiones como débil o
condenada, para que así el lector pueda conocer el transcurso de tu
historia.
Ante aquellas palabras, la princesa Soledad no pudo hacer otra cosa que no fuera sonreír.
Boceto princesa Soledad antes del hechizo, realizado por David ♥