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 El asesino recorrió lentamente el sendero que le conduciría a su muerte. Los grilletes de sus pies y manos producían un desagradable sonido a cada paso que daba. La multitud, que le aguardaba frente a la horca, empezó a lanzarle tomates y a abuchearle enérgicamente.

El asesino suspiró y sonrió de manera forzada; su muerte, en lugar de ser algo frívolo y horrendo, era un motivo de festejo. Finalmente, desaparecería de la faz de la tierra y con ello concluirían todas las defunciones precoces que solía ocasionar.

¿Acaso era justo tomarse una vida tan a la ligera? Posiblemente, la multitud en el fondo no se diferenciara tanto de él. El ser humano es muy hipócrita.

Los gritos de aprobación del público hicieron acopio con vehemencia; satisfechos de contemplar al cadáver, inerte y repleto de tomates, balanceándose ahorcado.


 
 
 

Perfectamente Imperfecto

 

Soy consciente de que posiblemente mi cuerpo no sea el más hermoso del mundo. Estoy repleta de defectos físicos, al igual que nos pasa a todo el mundo. Hasta la más hermosa súpermodelo de alta gama tiene imperfecciones que los señores fotógrafos se empeñan en eliminar con el photoshop. Esta sociedad tiene un grabe problema con los cánones y el ideal de belleza.

Y ahora digo yo: ¿Qué tiene de malo tener cicatrices, granos, marcas...? Forman parte de nosotros; son un fragmento de nuestra vida. Posiblemente, el día de mañana, al mirarnos al rostro y encontrarlo sin acné, pensaremos «Cuando era adolescente tenía millones de granos y me daba vergüenza por si al chico del que estaba pillada le desagradaban»; o mejor, al contemplar esa cicatriz de la vez que nos caímos de la bici, tendremos una prueba de nuestro recuerdo de cuando nos quitaron las ruedecitas.

Todas nuestras vivencias quedan impresas en nosotros. Se adhieren a nuestra piel y se tornan una marca imperfecta, que, a mi ver, nos hace más humanos. Más reales. Más personas.

Dejemos atrás todas las exigencias físicas y pensemos sólo en vivir.




 

De Soledades y Creencias



La soledad es el peor de los castigos al que a veces nos someten. En ocasiones, nuestros seres queridos deciden alejarse de nosotros porque estamos haciendo algo mal. Porque no somos buenas personas; les herimos e hicimos daño y, por ello, les perdimos. 

Aunque claro, puede que aún tengamos tiempo para rectificar, ¿no? Un perdón en ocasiones es la mejor solución para este tipo de cosas. 

Actualmente, yo no estoy sola, pero conozco a personas que lo están. Así que esta entrada se la dedico a ellas, con la intención de que reflexionen y piensen en lo que se han equivocado, y en que, tal vez, no son tan perfectas como creyeron. Estoy dispuesta a aceptarlas de nuevo en mi vida si me prometen no volver a actuar como lo hacían.

No soy mala gente, y ellas tampoco. Tenemos que pensar que nunca es demasiado tarde, y que nuestra amiga la esperanza hoy está de nuestro lado.




Contemplé la puesta de sol sobre aquel monte. Bajo mis pies se extendía un basto huerto de girasoles que danzaban en armonía con los rayos del astro rey. El refrescante viento sureño acariciaba mi rostro suavemente, haciendo ondear las finas hebras de mi cabello. Mis ojos se clavaron en los de Chris, mi mejor amigo.

—¿Sabes, Sofi? Todos necesitamos creer en algo, ya sea en la religión, política... Esa creencia hace que seamos capaces de luchar y encontrar un sentido a nuestra existencia; de hallar cuál será nuestra meta. Las personas que no creen caen en la dejadez y se tornan simples pasajeros de la vida; se dejan llevar. Se dejan llevar por los vicios y los efímeros placeres, y terminan tratando de llenar su vacío con acciones autodestructivas.

Arqueé una ceja ante las palabras de mi amigo. ¿Por qué me hablaba de ese tema?, ¿qué pretendía con ello?

—¿Y tú, Sofi?, ¿en qué crees?

Sonreí de manera forzada; me temía que llegaría esa pregunta. Cerré los ojos y suspiré, antes de contestar.

—Pienso que... en un inicio mi primera fe no se centró en la religión, puesto es algo metafísico e irreal. Tampoco puedo otorgarle confianza a la demagógica política —hice una pausa—. Ah, ¡ya lo sé! En un principio creía en las personas y en mi familia; siempre pensé que era apropiado poner la mano en el fuego por aquellos que nos rodean y nos dan cariño. Ahora, ya no. Me di cuenta, con el paso del tiempo, de que la gente es cambiante y aparece y desaparece de nuestra vida como si nada. Y todo esto sin contar con el egoísmo pandémico, que nos limita en cuanto a unión y apoyo entre nosotros.

»Supongo, pues, que de lo única que puedo estar segura es del mañana. No importa lo que pase, siempre habrá un futuro con o sin mí. Así que pienso que no hay mejor cosa en la que creer que en el mañana; en el día siguiente. El tiempo. Sí, creo en el paso del tiempo y en el futuro.

Chris sonrió y me cogió de la mano. Acaricié lentamente su cabecita rubia.

—¿Y tú, Chris?, ¿en qué crees?

Sus ojos brillaron y su pupila se dilató.

—Yo creo en ti, Sofi.


Siento haber estado desaparecida durante tanto tiempo. Estuve en Gandía con unos amigos y no regresé hasta hoy. Espero que os haya gustado, tanto la primera reflexión de la entrada como el fragmento de un relato mío que he colocado después del vídeo.

Gracias por leer ;3

Pd: la traducción de la canción es de una amiga blogger. Si os ha gustado, recomiendo que os paséis por su Canal de Youtube.

 
 
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