Improvisación





        Había una vez una hermosa princesa, encerrada en una torre, que no paraba de derramar lágrimas. Anhelaba tener unas coloridas alas y poder volar sobre las nubes, para así vislumbrar, extasiada, el reino de su madre. Quería aprenderse de memoria las colinas y los montes; los ríos y los lagos; los pueblos y las ciudades que lo constituían.

         Una noche, la princesa llamó a su hada madrina y le rogó con vehemencia que la liberara de su prisión. Esta, divertida por la situación, le dijo que le era imposible hacerlo porque ese trabajo estaba destinado a un príncipe.

Dibujo realizado por Davido Ahufinger
         
           Pasaron los años y la princesa continuó en su gélida celda, derramando lágrimas y anhelando sus alas. Hasta que llegó un día en el que se le vino a la cabeza una macabra idea: saltaría por la ventana. De este modo, al menos podría experimentar lo que era ser libre durante los segundos que precedieran a su muerte. Y así lo hizo.

            Lo sorprendente fue que el torreón no era tan alto como parecía y sus alrededores tan bellos como los presenciaba. Cuando cayó a tierra se percató de que en realidad todo era un montaje cutre de cartón piedra. Había estado toda su existencia viviendo en un decorado de un teatro de tres al cuarto y disfrazada con una tela azul celeste de disfraz.





               Siento mucho tener el blog abandonado, pero los exámenes es lo que tienen. Para compensaros subo esta improvisación que escribí hace poco; consistió en dejar la mente en blanco y escribir lo primero que se me pasara por la cabeza. Es una historia sin planear ^^

                 La he ilustrado con un dibujo de David, cuya expresión parece estar acorde con lo escrito. ¡¡Sayonara, peanut!!

Elfos




              Vivo en un mundo en el que las princesas son todas rubias; con el cabello oxigenado, pajizo, y el cuerpo repleto de silicona. Llevan vestidos feos e insinuantes con los que presumen de estar muy guapas, y en sus ojos reluce un resplandor hermoso los días en los que están de rebajas. Vivo en un mundo en el que los príncipes presumen de ser muy hombres, y consumen drogas. Se pasan horas y horas en busca de conseguir lucir músculos, con su camiseta de tirantes, en el gimnasio.

              Vivo en un mundo en el que te dicen que no eres nadie si no te vuelves princesa o príncipe. Pero a mí no me gustan ellos; no tienen nada que les haga especiales. No obstante, allá donde voy me encuentro con gente que aspira a convertirse en eso, y me duele. No paran de insistir en que mi obligación es ser una princesa con escasos estudios, y con un príncipe al que le guste la cerveza y los partidos de fútbol. Pero yo siempre les respondo que quiero seguir en la universidad para convertirme en escritora y que ese deporte no me gusta; en vez de invertir tiempo en él, preferiría pasar la tarde comiendo tortitas y hablando de cosas banales.

            Vivo en un mundo en el que las personas no paran de repetir que tengo pájaros en la cabeza; que todas mis ilusiones son imposibles y que haga lo que haga terminaré convirtiéndome en ellos, o sea, poniendo los pies en la tierra. Y yo siempre les replico, aun a sabiendas de que no me harán caso, que están equivocados y no hacen más que mancillar a los príncipes y las princesas. Porque, como bien sé, las princesas son mujeres hermosas y luchadoras que no tienen miedo de ser ellas mismas, y los príncipes son hombres tenaces y justos; tolerantes y encantadores. Ellos en realidad son elfos; orgullosos y vanidosos, mentirosos y astutos. A mí no me engañan. 

             Así pues, tendré que sacar mi espada de guerrera y luchar contra ellos. Pero claro, ando a la espera de más gente que, como yo, los haya desenmascarado. Así que ya sabes... Sí, tú: ¿eres lo suficientemente valeroso para acompañarme? Yo, por mi parte, te dejo la puerta abierta.






 
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