Reflexión de una tejedora de historias


      Mucha gente se piensa que la clave de la escritura reside en teclear y punto; que lo único necesario para ser bueno es eso. Y lamento decepcionaros, pero he de decir que no. Escribir es mucho más que eso: a la hora de hacerlo hemos de andarnos con cuidado para que la trama sea coherente y mirar muy de cerca la ortografía y gramática; sobre todo las comas. Tanto los puntos como las comas han de tener sentido: marcar pausas gramaticalmente correctas y a la par otorgarle un ritmo al relato que vaya acorde con la historia que nos esté contando.

      En un inicio, cuando empecé mi camino como tejedora de historias, no sabía nada de esto: cometía absolutamente aquellos errores hasta el aburrimiento. Cuando releía lo que escribía me percataba de que no había cosas bien pero como tampoco tenía mucha experiencia no sabía cuáles eran mis fallos y, por ende, no podía corregirlos. Con el tiempo, empecé a tomar los libros que leía como referencia y a fijarme en el método que empleaban para redactar y usar diálogo. Aprendí casi inconscientemente la forma correcta de emplear el guion largo en los parlamentos y progresivamente fui entendiendo el uso de las comas, que siempre se me ha resistido.

      Mi ortografía mejoró bastante de escribir a Word; sé que mucha gente afirma que no es del todo bueno para rectificar todas las incorrecciones que hagamos, pero esto no se acerca demasiado a la realidad: es cierto que no corrige la totalidad de los fallos, pero cuando una persona comete faltas graves, que son las más notorias, sí las marca como incorrectas en la mayoría de los casos. Tras percatarme, gracias al Word, de mi pésima ortografía empecé a fijarme en mis queridos libros sobre cómo se escriben determinadas palabras y a preguntarle al señor Google dudas sobre otras tantas.

      El proceso de mi aprendizaje a la hora de escribir culminó en la universidad: en ella decidí estudiar el Grado en estudios hispánicos, que es básicamente todo lo relacionado con la lengua y literatura española. ¿Por qué elegí esta carrera? Pues porque desde que me metí en el mundo de las palabras descubrí mi gran vocación y mi deseo de poder dedicarme a ello en un futuro. Supe que si estudiaba aquella carrera conocería mucho mejor la lengua y aprendería a usarla con mayor corrección. Y acerté. Estoy aprendiendo muchas cosas que me están siendo útiles a la hora de corregir la mayoría de errores que cometo.

      Me gustaría añadir que todos los que pensáis que lo único que se necesita para teclear es talento no estáis en la verdad; considero que yo, en un primer lugar, tuve cierto talento en el sentido en el que lo que escribía era bastante coherente, dentro de lo que cabía, y más o menos estaba redactado de forma cohesionada. Pero eso no quitaba que cometiera fallos garrafales; como lo haría cualquiera que empieza algo nuevo. Quizá tener talento ayude a mejorar más rápidamente, pero no le garantiza el éxito. El éxito se consigue amando lo que uno hace y practicando hasta aprender de sus fallos.

       Dicho esto me gustaría finalizar añadiendo que escribir es algo maravilloso y requiere mucho tiempo y empeño. Quizá es eso lo que lo haga tan maravilloso; que sea algo que no pueda hacerlo cualquiera. Para mí también es como un regalo, porque es una de las pocas cosas que nos permite transmitir una realidad nueva a la gente de tal forma que, durante unos instantes, se vuelva la auténtica para ellos. Podemos crear de la nada a personajes que sean tan auténticos que nuestros lectores hablen de ellos como si tuvieran vida y, finalmente, tenemos la posibilidad de transmitir un mensaje; nuestro mensaje.






 
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