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Cuando caes víctima
de su enredo.
Y tienes la certeza
de que en tu contra
el monstruo apunta.

Te enfadas
y protestas.
Pero tu alrededor ve
que tus formas
no son correctas.
Así que pierdes
cada reyerta.

Mientras tanto
el monstruo
desde su pedestal
busca tomar tu lugar.

Qué el monstruo
está blindado
con sus quimeras
y por tu enfado.
Qué si estás enfadada
no llevas razón.



Las formas,
recuerda,
benefician
al mejor actor.





Viejo borracho


        Estaba ahí, tirado en una acera, con una botella de bebida en su mano derecha. Pupilas dilatadas, labios entreabiertos, respiración lenta. Espalda arqueada, gesto inocente, rostro humilde. Bebía y bebía: era su Leteo. El olvido le quemaba la garganta y le humedecía la boca; lo llevaba de la mano hacia un lugar mejor. Entonces me pregunté lo que vería en su estado de éxtasis.

       Lo concebí sobrio en una cena familiar. Llevaba puesto un traje de corbata azul marino, que contrastaba con sus actuales harapos. Sus zapatos de piel eran también una burla a sus deportivas desgastadas por el uso. Y su cabello, peinado con una raya al lado, daba una réplica silenciosa a las greñas despeinadas que se escondían debajo de su boina escocesa.

       Estaba ahí, tirado en una acera, con una botella de bebida en su mano derecha. Estaba ahí yo, tan solo un muerto de hambre cualquiera. 




 
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