Lo sublime


Palabras: Depresión, despersonalización, idealización, cuchilla, pastillas.

                 Sobre la mesa estaba tirada la coca. Cojo una cuchilla para cortarla y alinearla; quiero que quede perfecta —con las líneas igual de largas—, después tomo el canuto e inhalo. Estás tirada sobre la cama, desnuda, brillante. Me sonríes porque eres un ángel pero no lo sabes; por eso te digo «Parece que has caído del cielo» y, como no sueles recibir piropos, te incomoda. Que solo escuches mis alagos me parece una idealización: quiero ser la persona más importante de tu vida.

                 Me acerco para acariciarte: tienes los pechos pequeños, el estómago hendido y los huesos de las costillas muy marcados. A veces pienso que desean desgarrarte la piel para convertirte en un xilófono. Paso mi mano sobre tu rodilla, te tensas: los vellos de tus piernas se erizan, así que sigo subiendo. Entonces llego hasta la cara interna de tus muslos, donde unas cuantas estrías relucen rojas y suaves: me gustaría prolongar su halo, hacer dibujos con ellas. Cogería la cuchilla y delinearía un patrón intrincado desde donde nacen hasta tu vientre.

                 Subo más la mano para acariciar tu centro; estás tan mojada que me mojo también yo. Te toco despacio, como sé que te gusta, hasta hacerte gemir. Miro hacia el techo porque me mareo. No soy yo; no sé quién soy. Mi alma ha salido del cuerpo para juzgarme desde arriba, así que incremento las caricias que recibes: quiero que llegues, que me quieras un poco. Tengo los dedos llenos de tus fluidos, busco lamerlos porque temo perderme algo de ti. Desnuda también yo, me tumbo bocarriba.

                 «¿Al final vendiste las pastillas de Concerta?» me preguntas casi en un suspiro. Niego. «Todavía no». Y asientes, o eso creo porque sigo mirando al techo. Cada vez estoy más convencida de que es mi alma la que anhela vernos desde fuera, sobre el colchón deshecho como dos pedazos de carne y piel. «Parece que has caído del cielo», te repito lo que estoy pensando, luego añado: «La más bonita del mundo, Leonor, eres la más bonita del mundo». «Algún día, cuando la depresión me abandone, empezaré a creerme tus palabras», musitas. No sé si es por la coca, pero me gusta cuando la despersonalización me da esta perspectiva de nosotras: somos las protagonistas de un cuadro costumbrista. Desde la miseria hasta lo sublime.





 
Mis Escritos Blog Design by Ipietoon