Fragmento del diario de Silas

¿Cómo de importante tenía que ser la primera vez? Al fin de cuentas, solo era la primera; luego llegarían más y podían mejorar. Pero supongo que a cualquiera le gustaría tener un buen recuerdo de lo que había sido su primera vez. En mi caso, no sé si la querría deshacer. Fue demasiado pronto, demasiado repentino. Había algo claro, y eso era que en mi primera vez llevaba el apremio y la curiosidad de un inexperto. Aun así, en mi cabeza tenía grabado el ideal de que, la primera chica con la que estuviera iba a ser la única en mi vida. Pero, claro, después llegaba la realidad y me daba una bofetada.

Mi primera vez fue cuando tenía trece años, con una chica bastante mayor que yo. Recuerdo que me gustaba y no me gustaba cómo me miraba: lo hacía con los ojos brillantes, con anhelo, y eso producía cosas en mí. Estaba yo temblando, con miedo a decepcionarla: a hacerlo todo mal. Ella, en cambio, trataba de hacerme sentir tranquilo; supongo que para que empujara mis dudas al fondo del pecho y folláramos. Me sentí usado, aunque en aquel momento no supe ponerle nombre a aquella emoción. Tal vez fue la primera ocasión en la que me sentí usado en toda mi vida: la primera de muchas, siendo completamente sincero.

No estaba al cien por ciento seguro de si Alicia quería tener sexo conmigo. A mí no me solían importar aquellas cosas: los sentimientos de los demás, digo. Mi vida era mía y hacía con ella lo que me daba la gana. Iba a enmarcar aquella frase como eslogan, porque era algo que me recordaba cada maldito día. Sin embargo, por alguna emoción que no tenía nombre, Alicia me importaba. Quería que su primera vez fuera bonita, para toda la vida: que siguiera creyendo en esas gilipolleces del amor eterno. Un hombre para toda una vida. ¿Podría ser yo ese hombre para toda su vida? Estaba clarísimo que no, pero en cambio lo quería. Pero la iba a decepcionar. Pero la quería. Tenía tantas cosas en la cabeza que no sabía lidiar con ellas: las contradicciones se cocían a fuego lento hasta prenderme en impotencia.

Quizá podría empujar un poco las cosas, quitarle la ropa. Desnuda seguro que iba a ser más bonita, incluso. Más que verla sin ropa, necesitaba sentirla vulnerable; demostrarme a mí mismo que ella era solo piel. Piel suave, dulce. Yo solo la quería alcanzar. ¿Y si no quería ella? Levanté la camiseta, solo un poco, para tantear la escala de dudas en la que estaba. Cerró los ojos, con las mejillas como dos manzanas. Toda ella piel, me dejó que le arrebatara la parte de arriba. No, no íbamos a tener sexo, aunque me gustaría tocarla. Con tocarla solo un poco, me bastaba. Podría hacer que se lo pasara bien, así tal vez quisiera repetir. Tomarlo todo, sin romper sus ilusiones, parecía un trabajo complicado.
 
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