[Remake] El reino del Olvido






           Había una vez una princesa que estuvo toda su vida llorando porque vivía en un mundo gris. La princesa tuvo un nombre precioso, que todo el mundo pronunciaba con delicadeza y suavidad. Su cabello era negro, largo y repleto de tirabuzones porque, como todo el mundo sabía, las princesas debían de tener tirabuzones en el pelo y pecas sobre sus mejillas rosadas. Sus ojos eran madreselva, exóticos, y sus labios llevaban siempre carmín color vino. Era la mejor de todas las princesas, aunque la más invisible.

           Solía llorar porque le hacían llevar tacones y un corsé que le oprimía el pecho hasta arrebatarle las ganas de respirar. A ella le gustaba, pero no. Le parecía bonito, pero quería llevar más cosas. Así que lloraba porque sentía que había algo mal en hacer lo que el mundo esperaba de ella. No estaba preparada ni para conocer a un príncipe ni para gobernar en su palacio. 

           Su desgracia llegó en forma de envidia, porque cuando la contemplaban desde fuera solo se impregnaban de su hermosura. Así que todo el mundo pensaba que su tesitura era envidiable. Recibía un odio infundado que tampoco sabía cómo afrontar. La pobre princesa solo buscaba que alguien ahondara más en ella; que se preocuparan por su ideal de alma libre. Entonces entró en escena una bruja con rostro de niña pequeña. Su historia era casi tan trágica como la de nuestra princesa, pero poca gente se preocupaba por lo que le ocurría a los villanos. La bruja tampoco tenía nombre, porque con los años la gente se olvidó de que existía. Y como nadie la llamaba, su identidad se quedó muda. En su cuello pendía un espejo mágico que utilizaba para capturar almas. 

           Una noche, mientras la princesa dormía, la despertó poniendo el espejo frente a su rostro. Lo primero que vio fue la imagen de una bruja de ocho años, que en realidad tenía quinientos. 

           —¡Es el miedo! —chilló la princesa, asustada por el vacío en los ojos de aquel reflejo. Su cabello morado tenía un resplandor sobrenatural. Morado, como si fuera un sacrificio, porque los sacrificios se vestían de aquel color.

           La bruja, entonces, se quedó con las palabras de la princesa. Miedo, le dijo, y así quedó su nuevo nombre. La bruja del Miedo sería entonces. Después hizo un bautismo a la princesa que, perdida por la pesadumbre del espejo, bloqueó en sus recuerdos. Era tanto sentir el dolor de Miedo, que cuando se aunó al suyo su cabeza se desconectó de su cuerpo. Lo olvidó todo.

           Miedo se arrepintió porque había condenado a la monarca a vaciarse por dentro. Tan fuerte fue el hechizo que su cabello se tiñó de blanco, y sus ojos, y sus ropajes. Sus pupilas fueron las de la soledad; por ello Miedo la llamó «Princesa de la Soledad». Las pupilas de Miedo, las del miedo; las pupilas de Soledad, las de la soledad. Aquella desgraciada noche se crearon dos almas errantes que, sin saberlo, eran la mitad de algo nuevo.









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