Pero,
por mucho que me duela admitirlo, sigo siendo una cáscara vacía. Qué me
arrancaron las entrañas y me molieron los huesos hasta arrebatarles el
tuétano. Y aquí sigo; pensándome como alguien distinta.
¿De
qué material están hechas las emociones? ¿Por qué, hace ya tanto
tiempo, eran tan sinceras que parecía que podría alcanzarlas y,
ahora, se escurren entre mis dedos como si fueran jabón?
¿Qué
tengo que hacer para reinventarme? ¿Es posible
rellenarme el pecho con algo que no sea ponzoña? Quizá esté demasiado
malograda ya, quizá no tenga remedio. Soy ese juguete roto que, como era
imposible de arreglar, decidiste lanzar a la basura.
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