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Me da rabia. Estoy iracundo. ¿Cómo puede ser posible? ¡¡Explícamelo!! Te lo exijo. ¿Por qué? No es justo que él sí, y yo... Y yo me quede sin tocar tu piel. Sin deleitarme con la suavidad de tu epidermis; pálida y limpia; suave y olorosa.

Quiero hundirme en tu cuerpo; perderme en sus profundidades y no regresar jamas. Quiero memorizar cada centímetro de ti, y una vez lo haya conseguido volver a repetir; para asegurarme de que pase lo que pase siempre te recordaré a la perfección; para asegurarme de que cuando no estés podré hacer más amena mi espera evocándote dentro de mi cabeza. Quiero... Quiero sentirte cerca; que tu cuerpo haga que el mío arda en llamas hasta que termine por hacerse ceniza, y de no ser así, hacer a las llamas eternas.

Me da rabia. Estoy iracundo. ¿Cómo puede ser posible? ¡¡Explícamelo!! ¿Por qué? No es justo que él sí, y yo... Y yo me frustre porque él no sea consciente de la mujer que está a su lado; de la amante con la que comporte su cama. Escúchame, cielo, él nunca sabrá lo que vales; jamás conocerá el valor de tu ternura, de tu sensualidad, de tu inocencia. 

Quiero que él desaparezca. Quiero que no le ames, que no se aproveche de ti; que deje de amamantarse de tu amor desinteresado y pacífico. Quiero... Quiero... Me gustaría ser él, y de no ser así, que mi cuerpo se torne la cárcel del tuyo; que la única razón para que tus latidos prosigan con su palpitar se convierta en la misma que la mía: estar juntos.


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