[Boceto] Como sobrevivir al nuevo Nockmoon

Capítulo I: Sobre las circunstancias del nuevo Nockmoon

Para poder hablar de Onna, habría que evocarla como hacíamos con la luz; resplandeciente, cálida y capaz de iluminar el sendero de muchas personas. Así refulgía ella. Sin embargo, las llamas siempre se consumían en cenizas, como terminaría por sucederle. Y aquello era algo que cautivaba a Nabrissa, su mejor amiga. Onna, quien parecía haber nacido con la ilusión debajo del brazo, acumulaba la esperanza en los pliegues de sus finos dedos. A pesar de la pobreza y precariedad que la envolvían, Onna evitaba resignarse. Hasta que se quebró. Nabrissa se dio cuenta de la decadencia de Onna una mañana en la que estuvieron compartiendo una sesión de limpieza de auras. Miró hacia sus ojos oscuros y almendrados, y se perdió frente al abismo. Su aura era negra; como un mal augurio.

Onna tenía la piel morena, pecas en las mejillas, en los hombros y en la nariz. Era de constitución escuálida; sus costillas estaban marcadas, como consecuencia de la hambruna que había provocado la guerra. Sin embargo, cuando Nabrissa contemplaba a Onna se encontraba con la vitalidad creciendo de su pellejo; como si se sobrepusiera al amasijo terrenal que era ella. Pero aquel día, solo la percibió como a un espectro. El primer impulso que tuvo Nabrissa fue el de asustarse: jamás había visto así a su amiga. Para ella, Onna había sido siempre muy bonita, aunque el resto de la gente no la concibiera de aquella manera.

En Nockmoon solo las querían blancas, porque una tez clara significaba pertenecer a una estirpe de la realeza, que jamás iba a ser acariciada por su sol. Aquella estrella, bautizada con el nombre de Azan era la máxima responsable de la destrucción de su planeta. Azan había secado cosechas, asesinado a familias enteras, extinguido especies y provocado una guerra que iba a destruirlos mucho antes de lo que lo haría la escasez de recursos.

Por otro lado, poseer la tez morena era un rasgo evolutivo que se estaba volviendo cada vez más predominante y era bastante útil: gracias a él era posible salir en pleno día y estar bajo la radiación sin sufrir quemaduras graves. Onna pensaba, a raíz de todo aquello, que el racismo hacia la piel carbón tenía su raíz en el miedo de aceptar que eran el futuro de Nockmoon. Asimismo, la gente carbón jamás podría ser tomada en cuenta en aquel mundo, porque su misma existencia era una prueba sobre los estragos ecológicos que se cometieron a lo largo de los últimos siglos y aquello, a fin de cuentas, sería aceptar que habían sido partícipes, en mayor o menor medida, de su propia destrucción.

Sin embargo, rezaban a Azan porque era el único que bajo toda aquella decadencia se erigía como un dios cruel, pero indestructible. Así que lo veían como a un ente superior que en cualquier momento iba a destruirlos con su fuego. Onna y Nabrissa, por otro lado, decidían rendirle culto a Sell; la estrella que más brillaba en las noches de Nockmoon. A lo largo de la primavera y el verano, iluminaba tanto el cielo que parecía ser una versión misericordiosa del ingobernable Azan. «Cuando me dices que soy luz, siento que me parezco a Sell», le musitó Onna aquella mañana a Nabrissa.

—¿Te encuentras bien, Onna? —inquirió su amiga, con miedo de obtener la respuesta.


—Sí. —Hizo una pausa. —O no. No lo sé. Últimamente me siento distinta. Han pasado ya más de diez años desde que se inició la guerra contra Namma y contra más tiempo pasa, más crecen mis dudas. Esta misma noche lo estaba yo pensando. ¿Cómo podemos estar absolutamente seguras de que nos encontramos en guerra? Hemos visto que mandamos soldados; de hecho, Hero militó para acudir a la guerra. Pero no tenemos pruebas de que nada de eso haya sido así. O sea ¿Dónde están los soldados nammeses? ¿Los has visto tú, Nabrissa?

—No, pero sí vi las bombas y que falta comida. Vi los edificios calcinados y también tuve que despedirme de Hero. —Hizo una pausa dramática. —¿Quién sino haría todo aquello? Los nammeses, porque están enfadados porque no nos podemos permitir el precio de sus telas. Y nosotros necesitamos esas telas para salir a la luz sin quemarnos por los rayos ultravioleta.

—¿Y si fuera todo mentira? ¿Y si es el estado el que nos está manipulando?

Nabrissa miró hacia Onna como si hubiera perdido completamente la cabeza. Achicó sus ojos con suspicacia, para acto seguido responder:

—¿Cómo sabes que hay oxígeno en el aire si no lo ves? Porque lo sientes. Puede que no veamos a los soldados de Namma, pero estamos claramente en un ambiente de guerra. Y eso se percibe en cada fibra del ser. El miedo, la incertidumbre, la pérdida… —Suspiró. —De igual forma que estoy sintiendo que no eres la misma. Tienes el aura enferma, Onna. ¿Qué te pasa?

—Cada día me veo más perdida. Ya no tengo claro qué es lo que nos hace falta para salir de todo esto. Quiero poderme resignar, pero no lo consigo. No hay noche en la que no me repita una y otra vez que nada va a cambiar.

—¿Es por Hero? Hace ya un mes que no está.

Onna no respondió. Así pues, Nabrissa pensó que la decisión más inteligente era cambiar de tema.
—¿Vamos a la plaza, a recoger comida?


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