Fragmento BL / Shonen-ai (yaoi) / Homoerótico

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Aviso: fragmento de un relato mío BL (Boys Love), o sea, amor entre hombres. Si no te gusta éste género no leas.

Cada anochecer, cuando los rayos lunares se colaban a través de mi ventana, yo me levantaba de la cama y acudía a la cocina a prepararme un vaso de leche caliente; era una costumbre que tenía desde pequeño, y me encontraba un tanto rehusado a cambiar.

Me gustaba sentarme como tantas noches en la silla de mimbre cara a la mesa y beberme a diminutos sorbos aquel cálido líquido recién sacado del microondas.

Absorto, cerré los ojos durante unos instantes extasiado al sentir cómo la bebida dejaba un eco caliente al deslizarse por mi garganta.

—No falla hermanito; siempre te encuentro aquí a la misma hora —me habló Kisuke, contemplándome con una expresión indescifrable desde el marco de la puerta.

Sin razón alguna me sentí avergonzado; bajé mi cabeza en dirección al vaso que sostenía entre mis manos.

—Lo sé —no añadí nada más.

Kisuke, mi hermano mayor, me sacaba seis años y yo no podía admirarle más. Durante mi niñez estuve muy unido a él; disputando por su atención y su toque.

Al transcurrir el tiempo sentí que mi relación con Kisuke había cambiado y no me veía capaz de mirarlo del mismo modo en que lo veía antes. Mis ojos se avergonzaban cada vez que se topaban con los suyos, me trababa y decía frases incoherentes cuando me hallaba en su cercanía, mi piel bullía en el roce con la suya y mi mirada anhelaba observar las zonas de su piel ocultas por la ropa.

Kisuke se sentó a mi lado y me contempló durante unos instantes de manera extraña.

—¿Cuántos años tienes, Yoru? —me preguntó aparentemente desconcertado.

—Quince —contesté sin entender la razón de su pregunta.

Kisuke inclinó a través de la mesa su rostro muy cerca del mío, tanto, que nuestras narices se rozaron. Tragué saliva nerviosamente.

Sus ojos negros como la profundidad de un pozo en el cual no se podía vislumbrar el fondo atraparon a los míos, de un azul claro aguamarina.

—Cada vez que te miro, siento que… —suspiró sonoramente. Apretó los dientes y torció el gesto, alejándose de mí—. No me hagas caso. Simplemente lo que me ocurre es que me desespero al verte tan enano, ¿es qué acaso no has crecido nada en todos estos años?

Molesto, fruncí el ceño.

—¡¡Claro que lo hice!! Lo que pasa es que tú también lo hiciste y como consecuencia no notaste el cambio —le contesté a la defensiva.

Kisuke se rió sonoramente, antes de despeinar mi revoltoso cabello castaño claro. Me mordí el labio, tratando de no sonreír en vano; siempre hubo algo contagioso en la risa de mi hermano.

Kisuke se levantó de donde estaba, cogió una manzana, la enjuagó en el agua del grifo, y acto después, le pegó un enérgico bocado.

Mi mirada se quedó durante unos instantes en una hilera de zumo que se fugó de su boca como consecuencia del mordisco. Quise lamerlo, y probar el dulzor de ambos majares.

Me sobresalté, cambiando bruscamente de dirección y tratando de controlar unas pulsaciones que habían incrementado notablemente. ¿Qué me pasaba?, ¿desde cuándo yo tenía esos pensamientos?, ¿acaso tenía algún problema grave? ¡¡Por el amor de Dios!! Era un hombre, y, lo más importante, ambos formábamos parte de la misma familia.

Con un profundo suspiro, cerré los ojos.

—Es tarde —me reprendió él—, deberías de ir a la cama.

En estos instantes se encontraba sentado en una silla de mimbre cercana a la mía, comiendo aquella jugosa pieza rojo sangre con un aire un tanto pensativo.

—Eso mismo podría decir yo de ti —le contesté simplemente, dándole el último trago a mi vaso de leche.

Kisuke frunció el ceño, antes de llevarse un nuevo bocado de la fruta a su boca. Mis pensamientos nuevamente fueron hacia una dirección errónea. Me incorporé, asustado de mí mismo.

Caminé hacia la salida de la cocina con pasos rápidos. Kisuke se levantó, siguiéndome de cerca. Una mano suya se apoyó sobre mi hombro, seguida de la otra. Repentinamente tironeó de mí, abrazándome por detrás; la calidez de su cuerpo envolvió a mi espalda.

—¿Qué te pasa, Kisuke? —le interrogué confundido, tratando de controlar el temblor de mi voz.

Una de sus manos se coló por debajo de mi camisa y fue subiendo hasta alcanzar mi pecho. Gemí.

Avergonzado, quise alejarme de él, pero no pude, pues sus férreos brazos me lo impidieron.

—¿Por qué eres tan suave, Yoru? —me susurró al oído. Sus manos recorrieron con lentitud mis costillas; de arriba abajo, incrementando la temperatura de cada retazo de mi epidermis que recorría—. Quisiera poder tocar toda tu piel.

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Con esta historia —que por cierto no está terminada— saqué el lado pervertido que había en mí XDDD. Aún así la noto un poco sosa; como si le faltara algo... .___.

Wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii *-*

Espero que os haya gustado, y sorry a aquellos que no tiene fetiche con el yaoi incesto XDDD.

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