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Don Aurelio gritó pidiendo silencio, furioso, sin lograr absolutamente nada. Puse los ojos en blanco con la vaga sensación de que éste, sería un día muy largo.

—¡Hola! —saludó alguien que acababa de entrar en el aula.

Era una chica muy guapa, no obstante, su look se asemejaba bastante al masculino; seguramente sería el tipo de adolescentes aficionadas al deporte y que odian el rosa. Vestía una ropa un tanto extraña; repleta de calaveras, cadenas… ¿Sería gótica? Los demás compañeros de clase seguramente pensaron lo mismo, pero aún así como era tan atractiva no tomarían eso como pretexto de burla. Las hay con suerte.

Su pelo era castaño oscuro no muy largo; a penas le llegaba a los hombros. Tenía los ojos de color azul oscuro; grandes y expresivos, aún a pesar de sus pestañas cortas.

Su tez era morena y daba la sensación de ser muy suave y delicada.

Tuve envidia de ella; una parte mía anhelaba destacar al menos la mitad de lo que lo hacía esa chica.

—¿Quién eres? —le preguntó Aurelio revisando la lista de alumnos. Obviamente ella sería una alumna nueva que se había cambiado de centro de estudios.

—Mi nombre es Kai Spencer —todo el mundo se sorprendió ante la extrañez de su nombre y apellidos. Quizá su familia era de otro país y se mudaron aquí cuando ella era pequeña.

Mis ojos bajaron a la libreta en la que estuve garabateando; mi interés había desaparecido, pues no valía la pena mostrar atención por una chica que jamás me dirigiría la palabra.

Seguí con lo mío hasta que, me sentí incómoda sin saber por qué. Mis ojos se alzaron de la hoja en la que rayaba y se vieron sorprendidos por el hecho de que la mirada de esa chica estuviera fijamente clavada en mí.

Arqueé una ceja confundida; nunca nadie me había contemplado directamente; era una sensación rara e incómoda. Aún así no pude evitar reconocer que una diminuta parte de mí se sentía un poco alabada, pues era la primera vez que alguien me prestaba atención.

Le mantuve la mirada durante unos instantes con desconfianza; esperando que me dejara de observar, que se riera de mí o alguna cosa por el estilo.

Nada de aquello ocurrió; sus ojos dieron la bienvenida a los míos y se hundieron en el interior de ellos con interés. Aparté la mirada, con miedo a que leyera dentro de mí, pues daba la sensación de que estaba haciendo precisamente eso.

—Siéntate donde quieras—le dijo Aurelio a Kai.

La chica obedeció y, para mi sorpresa, de todos los asientos libres escogió el que estaba a mi lado. Tragué saliva; era la primera vez que dicha situación me ocurría y no sabía cómo reaccionar. Una parte mía anhelaba caerle bien y poder ser su amiga y otra deseaba que se fuera de allí y se sentara en otro lado, pues tenía miedo a lo desconocido y auguraba que de todos modos se cansaría de mí.

Deseé con todas mis fuerzas ser invisible y que ella no se hubiera dado cuenta de que yo estaba ahí. No funcionó.

—¿Cómo te llamas? —me interrogó con curiosidad nada más su culo tocó la silla que estaba a mi lado. Esperó mi respuesta con un interés que me hacía sentir miedo de contestarle algo que le aburriera.

—Nadia —dije; mi voz sonó ronca, como consecuencia de la cantidad de tiempo que llevaba sin hablar.

—Mi nombre es Kai —dijo ella, sonriéndome de manera cordial—. ¿Cuántos años llevas estudiando aquí?

Hacía mucho tiempo que no tenía una conversación con alguien, así que no sabía muy bien seguir el ritmo; temía abrir la boca y equivocarme. Tomé aire para contestar.

Kai arqueó una ceja mirándome de manera sugerente.

—Tienes un buen escote —afirmó como quién no quiere la cosa. Mi mirada descendió a aquella zona; nunca me había planteado aquello.

Más confusa que ofendida o avergonzada me encogí de hombros; era una chica y aquel había sido un mero comentario superficial.

—Tú no tienes mucho pecho —le contesté sintiéndome idiota.

Me mordí la lengua; mi comentario le podría resultar ofensivo. Bajé mi cabeza y cerré los ojos nerviosa.

No hubo ninguna respuesta por su parte; sí, seguramente le había sentado mal. Durante unos instantes quise recriminarme a mí misma lo imbécil que había sido al hablar con tanta ligereza sin estar acostumbrada a ello; era obvio que por la falta de costumbre me resultara tan complejo seguir el hilo sin cagarla.

Abrí mis ojos con lentitud y alcé mínimamente mi cabeza; lo justo para poder observar la reacción de la chica. Primero leí confusión e instantes después adiviné una sonrisa entre pícara y maliciosa que no me auguró nada bueno. Recompuso su gesto a una mueca cordial.

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Fragmento de una histo; estoy cansada del viaje a Italia y no tengo muchas ganas de ponerme ahora a escribir -.-

Espero que no lo hayáis leído de mi otro blog, y si no mala suerte xd

Marietta ha vueltooo *-* y para quedarse e_e


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