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Querido diario:

Hoy he tenido uno de esos días en los que no tienes ganas de moverte de donde estás; me siento apática; todo me da igual.

Quizá lo que me provocó el estado en el que me encuentro fue que él se fuera con otra. Ayer le vi en el parque de al lado del bar "Ca Pepe" y mis ojos brillaron cuando nuestras miradas se entrelazaron.

Le sonreí. Me devolvió el gesto, pero cuando me quise aproximar a él me encontré con que una chica de cabello caoba se le acercaba y le tomaba de la mano. Él clavó sus ojos en los de ella, y la chavala se sonrojó de la misma manera que lo hacen las chicas en las películas de adolescentes cuando se encuentran con que el capitán del equipo les invita al baile de Fin de Curso.

Quise ser ella, cerré los ojos y lo deseé con tantas fuerzas que terminé mareándome. Pero como siempre mi aspiración no se cumplió.

Me gustaría poder ser de aquel tipo de chicas altas, rubias y femeninas protagonistas de las series de adolescentes que tanto están ahora de moda, pero claro, eso es imposible.

Quizá es que simplemente estoy destinada a estar sola, o que, bueno, obviamente casi nadie encuentra un final feliz en algún lugar que no sea la tele.

Estoy cansada y me duele la cabeza; creo que tengo fiebre, y todo por culpa de quedarme hasta tarde en un callejón observando como él —la persona a la que siempre amé— le regalaba caricias a alguien que no soy yo.

Mi madre me ha hecho sopa caliente, con la intención de que yo mejore al bebérmela. No tengo hambre.

Ojalá algún día pueda encontrar mi final feliz, como en los sueños que tengo cada noche.

En mi mesita de noche hay un bote repleto de somníferos; tal vez si me tomara suficientes, podría dormir por siempre; seguro que si lo hiciera sólo tendría hermosas fantasías. Y después, más tarde, vendría mi príncipe azul y me despertaría con un beso.

Quizá la solución a mis problemas se encuentra en ese bote... ¿Qué debería hacer?


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