La Corona de la Princesa

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La princesa Soledad se sentó en el suelo, contemplando desde allí cómo se introducían los rayos lunares dentro de la habitación sin cerrojos ni puertas de la torre donde estaba cautiva.

La corona de su madre, la reina —recientemente fallecida—, le pesaba un quintal. Soledad, suspiró sonoramente, quitándose aquella corona de la cabeza. La observó con detenimiento, una vez se hubo despojado de ella; lo que anteriormente se llamaría oro y era el esqueleto de aquella pieza, estaba oxidado —como si se tratara de un mero metal de bisutería barata—, las joyas que la adornaban parecían hechas de plástico o algún material poco valioso y la inscripción del apellido de su familia, los "Nadie", se había borrado.

Soledad, confundida tras aquella visión, miró hacia su vestido, percatándose de que la tela que lo constituía parecía la de un disfraz.

Horrorizada por aquel descubrimiento, supuso que nada de lo que la rodeaba era real, sino que en realidad se encontraba sobre un escenario de teatro, en el que ella era un insípido títere barato; un monigote que interpretaba un papel sin haber memorizado ningún diálogo o haber prestado atención a alguna acotación.

El público, entonces, la abucheaba lanzándole fruta, y el telón raído se cerraba dando fin a una obra vacía con personajes planos.

La princesa Soledad lanzó su corona por la ventana, y corrió a la cama de su torre llorando. Si todo lo que la rodeaba era un sueño, entonces, ¿cómo podía averiguar lo que sí era real?
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Nota: son las 4 am, así que seguramente habré puesto alguna incoherencia. Prometo que mañana la corregiré.

1 naufragios:

Laura Ankariva dijo...

Un relato corto, pero no por ello deja de ser muy bonito ^^

Saludos =)

 
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