No life

El chico miró a la chica resignado. No tenía ya ninguna esperanza; aquel hospital sería lo último que ella vislumbraría cuando sus ojos se cerraran. El desencantador final de la vida de la chica sería en aquel cuarto frío; de paredes ornamentadas con azulejos blancos, y camas ásperas y duras con patas de gélido metal. 
 
El colchón, cada vez que la chica inspiraba, crujía evidenciando su esfuerzo por tomar una renovadora bocanada de vida. El chico, sentado en un butacón negro desgastado y grasiento, le tomó la mano. Fue entonces cuando él quiso decirle que desistiera; que accediera a que apagaran la máquina para así concluir con su sufrimiento, no obstante, sabía que aquellas palabras eran en vano. Ella nunca le escuchaba. 
 
El chico llevaba un tiempo ausente; en el límite de la consciencia. Su cerebro era incapaz de asimilar la cercana pérdida que le acechaba. Aunque sin duda, para él lo peor era verla sufrir. Ojalá la chica accediera a que la desconectaran; para así descansar, y dejar aquella tortura atrás. 
 
—No me quiero marchar —dijo ella. El único sonido en aquel cubículo, producido por el goteo del suero que inyectaban a la chica, se amortiguó con sus palabras; dándole aún más peso a éstas. 
 
—¿Por qué? —afirmó él con lágrimas en los ojos. También deseaba que ella saliera con vida, pero dado que no era posible, apagar la máquina la ayudaría a no sentir dolor—. Estás sufriendo. 
 
La chica inhaló con dificultad, preparándose para darle una explicación de por qué luchaba. 
 
—Es... hermoso. Tú tienes un mañana, una semana que viene, un año próximo... Puedes planificar tu futuro; pensar en el porvenir. En cambio yo únicamente tengo el instante; el ahora; el hoy; el este momento. Vivo al día; saboreando cada segundo que me regala este aparato. 
 
»Probablemente, mis latidos sean más intensos que los tuyos; más vividos. Puede que tú tengas más tiempo de vida, pero yo tengo la incertidumbre. Y éso hace que mi existencia valga más que la tuya. 
 
—Y entonces... —balbuceó él sin comprender la magnitud de sus palabras—. Si has vivido más que yo; si finalmente sentiste y saboreaste el dulce néctar de la existencia, ¿por qué no quieres cerrar los ojos?

Una lenta lágrima recorrió la mejilla pálida de la chica.

—Porque cuando muera, será como si ésto no hubiera ocurrido.

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